En las tierras de Coayllo, se alza la cosecha,
El níspero maduro, en la rama se refleja,
Con manos cuidadosas, o tijeras de poda,
Se recolecta el fruto, que al sol se acomoda.
Si la planta es alta, una escalera se extiende,
En baldes se llenan, los sueños que prende,
Luego en mantas de costal, se extienden al suelo,
Para escoger tamaños, en un labor sincero.
En cajas de madera, se guardan con esmero,
Listos para el viaje, hacia el mercado entero,
Y así, de Coayllo al mundo, se comparte el sabor,
De un fruto tan preciado, que se entrega con amor
Es el fruto bandera, orgullo del pueblo,
Que brota en la tierra con un dorado celo,
Los agricultores, con sudor en la frente,
Trabajan la tierra, con fe persistente
Ellos saben que el níspero no es solo alimento,
Es historia, es vida, es puro sentimiento,
En cada mordida, se saborea la esencia,
Del arduo trabajo y la paciencia
Del campo al mercado, se alza la jornada,
Con el fruto que endulza cada mirada,
Y en su sabor delicioso, el esfuerzo se siente,
Es el alma de Coayllo, que al mundo se vende.
En el trabajo de recorrer, una labor constante,
Llevan hojas de níspero, con manos vigilantes,
Cubriendo los cajones, para proteger el fruto,
Que al anochecer se lleva, con un empeño absoluto.
Recorren los campos, al sol y bajo la luna,
Cuidando cada caja, hasta la última fortuna,
Al mercado los llevan, bajo el manto estrellado,
El níspero de Coayllo, en cada rincón esperado
Así, cada año, se repite la hazaña,
De cosechar el fruto con devota campaña,
Y en cada caja de madera que se va,
Se lleva un pedazo de Coayllo, de aquí y de allá