José Luis Barrientos León

En este invierno

 

El sol. en su complicidad con la lluvia,

se aleja entre calimas,

como un astro agonizante,

que se abandona ante la levedad de las gotas,

como el Narciso en la fuente,

que contempla su grandiosidad,

en la pureza del agua.

 

La lluvia que cae como ofrenda,

sobre rostros grises y aciagos,

al borde de los tejados,

o sobre el pavimento empedrado,

al lado del camino,

donde reposan los pies cansados.

 

Lluvia que reverdece los campos.

Lluvia sobre la arcilla para los corazones pesados,

a lo largo del dolor y del cansancio.

Lluvia en la esperanza del campo.

 

La luna que se esconde cuando la bruma se acerca,

sus ojos blancos iluminan el agua sobre las rosas,

las olas que nacen sobre las hojas,

desde sus gotas cristalinas,

convirtiéndose el mar de pálido cielo.

 

Lluvia que excita cuando nos acercamos.

Lluvia que susurra cuando nos encontramos,

en su creciente rumor de suavidad y canto.

Lluvia en la piel que apacigua el llanto.