Salvador Galindo

Cada pestaña cerrada es una puerta abierta

Cada pestaña cerrada es una puerta abierta

Hacia la oscuridad que precede a los ojos

Y no querrás mantener tus pupilas en mi órbita.

 

Quien pestañea, pierde.

 

Sobre esta silla

Tras estos vidrios

Me asaltas

Tras la mentira transparente de este cautiverio

La broma asesina

La falacia de verte dentro cuando afuera me ves

Siendo un maldito vértice

Un ángulo que sostiene lo abrupto de esa cerrazón

La de tus pestañas, cerrándome

Siendo clausurado por el arbitrio de tus ojos

El insolente vaivén de las cosas ambiguas

Como tú, maldita penumbra

Que oscila, al vapor

De dos miradas sin objeto y sin rostro

Al calor del café, un sorbo de tiempo en tu insomne espacio

Ese que ahora me instala en medio de párpados como cerradura

Siendo guardián de no se qué en no sé dónde

Únicamente posible tras la indeterminación

De ojos que cierran puertas y abren pesadillas.

 

Quien pestañea, pierde.

 

Cada pestaña cerrada, una puerta abierta

Hacia la oscuridad que precede a tus ojos

Tú, penitencia gaseosa,

Solo existente tras un velo

Puedes mirar pero no tocar

Ayer y más que anoche

Tu presencia asemeja una suerte de pantalla

La pantalla una suerte de abismo

Y no querrás mantener tus pupilas en mi órbita.

Solo déjame saborearlas, tras cada pestañeo

Así, tan adentro como para volverme tu entelequia

Afuera de tu cuerpo y dentro de mis ojos

Para siempre nocturnos

(como la luna que espía al Sol

Tras la puerta entreabierta de esta noche)

Como tu tierna oscuridad que precede a mis visiones,

Solo podré mirar pero no tocar,

Solo podré tocar pero no mirar.