Un barco sin timón ni rumbo fijo
por los acantilados va. Su quilla,
hundida al aquilón junto a mi orilla
apátrida y marina, un dios maldijo
pirata y capitán. Tras su amasijo:
la tabla más oscura, cuya astilla,
como palo mayor a mi costilla,
sin ninguna razón dolor inflijo.
Si Príamo murió por Troya augusta,
por ti yo fui y viví las magnas olas
y al Ponto* contra mí, bajo un fragor
canoso hasta la costa, ¡oh alba fusta!...
Mas Calipso no basta cuanto, a solas,
hoy lloro aquí mi sino al batidor**.