jvnavarro
DIARIO DE VERANO LXXIII (CULPABLE, UN HUEVO FRITO)
Puede ser que me equivoque
pero en estos momentos
estoy más centrado que nunca.
Tengo la televisión delante mía;
me acabo de comer un huevo frito;
la tensión arterial se encuentra en su punto,
la sistólica menos de 120
y la diastólica menos de 80.
Será porque un ventilador
comprado en un bazar chino
me lanza bocanadas
de saludables saludos.
Una chimenea pintada al estuco,
un comedor
que hace de salita y de estudio
y seis cuadros
cada cual con su propio estilo,
que va del realismo más puro,
pasando por el surrealismo, impresionismo,
abstracto, pop y hiperrealismo,
comprados en un mercadillo,
dan carácter a este espacio
en el cual me alumbro
entre ideas que van y vienen
sin necesidad de utilizar un columpio.
Ahora mismo
me encuentro sacudido
por las últimas lecturas de poemas,
de un día ya pasado
que ha transitado por mi vida
de una forma comedida,
a la espera de que el viernes llegara
con esas irreverencias
que nos hacen a todos
más participativos.
No soy sujeto de pasiones,
ya solo mi sombra me mira;
ya cuando tomo algo me preguntan
que si sacarina o azúcar;
ayer pedí una copa vino
y alguien dijo,
¿ con alcohol o sin alcohol?
y casi le zumbo,
con un piropo de esos que producen silbidos.
Este es mi destino
morir como un pez
en una pecera,
esperando que le cambien las aguas
y le limpien el culo,
y es que alguien lo tenía que decir
y para esto hace falta no tener escrúpulos.
Somos materia y
todo lo que de nosotros quedará
serán huesos, implantes de plata, cinc
y plástico de silicona revestido,
algún botón descolorido,
trozos de ropa,
hebillas
y pelos convertidos
en telas de arañas
en un angosto nicho,
de esos que si toses
se corre el peligro
de estrellar los sesos
contra los clavos oxidados
de un viejo crucifijo.