En esa noche rasgada
por una fila de gemidos
fui dejando en tus mejillas
besos de lino fino
y en cada rubor de tu piel
faroles encendidos
mientras ardían en mis labios sedientos
pulsiones colmadas de ríos.
¡Qué larga fue nuestra espera!
Para llegar al destino
donde mis manos cultivaron
confesiones sobre tu limo.
Nos prometimos todo lo sincero
y lo que extravía el olvido
nos envolvimos con palabras reales
como seda de 300 hilos
y mi corbata de flores
fingió fragancia de lirios.
Huracanado el fogón de tus sienes
ya desbocados y sin estribos.
Mi boca besó tus pechos
turgentes volcanes urgidos
y tus manos clavaron puñales
en mi pasión sedienta por un alivio.
Pude oler tu decoro
bruñendo tu mata de olivos
y calmar tus caderas gitanas
cimbreadas como vaivenes entre dos ríos
cuando la pulsión de tus venas
golpeaba mi pecho rendido.
Creí poseer esa noche
las riendas de tu destino
pero el alba diluyó el solano
y la memoria se rindió al olvido.