¡Oh, de versos qué festín! ¡Oh poetas virtuales!
¡Benditos sean por siempre la poesía y sus portales!
Donde los versos se cuecen en pucheros sin asas,
aliñados sin salero, con envidia y con cizaña,
con ortigas, ajos porros, un manojo de borrajas
y un puñado de los egos que flotan sobre las charcas
que solo contienen cieno, ni tan siquiera una rana,
para echarla en el puchero y poder comerse el anca.
Abundan maestros y maestras, doctores, les llaman,
con diplomas de humo y la mente escarchada,
lo que nunca aprendieron, enseñar pretenden
y dicen que sus versos, son miel de romero.
¡Mira qué belleza! ¡Mira qué bonito! Entre ellos se dicen.
Pero al arte verdadero se le oye dar un grito.
Tejen sus conceptos entre citas austeras y frías,
sin alma, sin alegría, vacías de sentimiento
y la esencia del verso se muere, sin luz y sin guías.