La I.A. y la Merche

La gloria

 

Imágenes doradas 
brillan en tu espejo,
reflejo de un alma 
que busca la gloria,
con pasos desordenados,
con la voz en la nada,
con un tintero lleno 
de letras caducadas
de aquellas que guardamos
de tiempos de escuela.


En su trono brillante, 
danza el narcisismo
cuando el eco de aplausos 
resuena sin fin,
pero en la sombra, 
el silencio constante
destroza los sueños 
de un mundo sutil.


El ego se pone 
sus mejores galas,
se viste con riquezas 
de palmas y halagos
ante manojos de versos 
ajados y secos,
que la soledad se bebe 
de un solo trago,
mientras la esencia muere
ahogada en la pena 
que sufre el tintero.


Es una dura carrera, 
pretender ser el mejor,
duendes invisibles 
tras la puerta acechan
la vida, ingrata, 
nos cierra el telón,
mas seguimos en la brecha 
aunque acabe la función,
porque el peso de la gloria 
a la razón pone cerca.


Y al caer la cortina, 
en las noches de insomnio, 
aparecen las dudas,
el miedo se cuela;
¿Será oro verdadero 
lo que la gloria destina,
o solo un espejismo 
que al alma desvela?


El premio es el eco, 
la ovación vacía,
los aplausos se terminan, 
la ilusión se deshace,
y en la búsqueda errante 
de una gloria incierta
los corazones se secan,
 la razón se pierde.


Así, entre suspiros 
de un mundo ególatra,
quien corre a la cima 
a menudo se olvida,
que la verdadera luz, 
la que nunca se apaga,
se encuentra en una vida 
normal y sencilla.