No veo mi anillo en tu dedo, incertidumbre
Y, sin embargo, fiel a ti me mantengo.
No te basta el silencio ni mi talante opaco.
Forzada ingenuidad disfrazada de astucia.
Tu sosiego frágil tiene alas disecadas
que revolotean en archipiélagos de dudas.
Ni el largo del diván, ni el ancho de la calma
curan mi impaciencia atrapada en sus veleros,
solo un rumor de tu silencio
colma mi alma y bruñe la ansiedad
a la que me encadenas.
¿Por qué siempre asomas cansado lenguaje de las manos?
¿Por qué escondes lo sutil y delicado del vivir?
¿Tan suyo de los espacios ciegos?
Eludir el silencio de juncos y pantanos
en que se hunde el verbo,
mudo y aislado.
¿Para qué?
Secar mi piel y sus poros en las palabras
aumenta el sufrir simulado de adjetivos.
Vive cercado por copiosos tiempos transcurridos,
alejándose de mí lo más amado
y quedándose fragmentos de los recuerdos esparcidos.
Cómo encerrar sensaciones en palabras sin acentos,
si cambian y rugen como la espuma de las olas
sin dejar rastros de sus tenues fumarolas.
Solo estelas de naufragios diluidos en sus vientos
y yo de nuevo colgado en los asechos,
buscando en mi pecho ese milagro
con lámparas de magia que encuentren sentidos
y enhebren la aguja de mis sueños
ya desbordado por la urgencia y sus motivos
aunque los trazos de sus huellas sean pequeños.
Tú, lenguaje,
sumerges las danzas de los arcanos,
para luego atrofiar las sensaciones a creencias sin refugio
ni en las artes ni en las ciencias,
aunque brillen cicatrices en las manos.
Eterno titubeo embriagador del destino
deambulando en los ecos y los abismos,
hasta que una luz encandile pasiones en las venas
y se abra un ciclo en la esperanza de lo nuevo.
Enceguecida la razón y sus pulsiones,
inunda aquel espacio vacío y tan deseado.
Nada más secreto
que lo dicho fuera del lenguaje.
Insinuaciones y ecos
a la espalda de ritos y creencias,
sombras de palabras
temerosas de sus propias evidencias,
talla extragrande de lino raso
o diminuto traje coincidencia angelical
del pecho con su frente
rendición de la muerte agotada de morir ante la vida,
ondulaciones que el lenguaje provoca
y titilan dando luces al instinto heredado
para que cada palabra sugiera
a la intuición lo que evoca
y sea noble otorgar y recibir lo más amado.