Antero

Caricias en la cueva del olvido.

 

 

Aun sin brisa ni viento, no se detienen las olas

las orillas, que siempre las esperan, saben bien 

de caricias y de besos, de rumores que cantan:

 

Tú, las olas…, yo, las orillas y los dos…

Amor total, amor que se mece en libertad.

En el amor,

que es el agua del manantial de tus ojos, soy todas orillas:

Tú, las olas que brillan y me besan con tu dorada sonrisa.

 

En el rumor,

cadencioso, cuando acarician mis arenas y me despiertas:

Tú, las olas y la brisa, que me cantan cantos de caracolas.

 

En el arrullo,

cuál palomo cortejando a su hermosa y delicada paloma:

Tú, las olas, la brisa, la voz, todo me hace desear y soñar.

 

En el deseo,

sentimiento pleno de amor y ternura: besar tu alma pura:

Tú, las olas, la brisa, la voz, la hermosa y delicada paloma.

 

Que, con sus alas, me envuelve, me hace soñar y volar, y en su vuelo, soy melodía que hace suya la suave brisa. La que vamos dejando atrás con el batir de sus alas y que son notas doradas en el pentagrama de nuestras vidas. 

 

~/~

 

Pero todo se había detenido, nada entraba ni salía. La brisa no movía las hojas, el mar se quedó sin olas. Y la tierra, poco a poco, se iba quedando desierta. Solo un eco lejano, que se abría paso con sus sollozos entre tantas ausencias y soledades, era el único signo de vida. Vida que claudicó ante la destrucción del desamparo, el abismo de la orfandad y la sepulcral soledad. 

 

Tales eran los sentimientos que oprimían el pecho de quien se despertó del sueño y en vez de caricias y besos, se encontró con las manos vacías y los labios ateridos de frío. Hoy llora, sin lágrimas, como alma que vaga sin consuelo y se lamenta por lo que pudo haber sido y que ya no será. 

 

El amor se había retirado a las cuevas donde habitan los olvidos. Un amor que lo intentó y en el intento se quedó. Un sentimiento que, poco a poco, en la oscuridad y el silencio de aquella cueva, se murió. Lejanos quedaron, brisa, besos, rumores, olas, libertades y caricias. 

 

~/~

 

En sus cavilaciones, el soñador se decía: 

 

No trato de contar poesía, se me atragantan las reglas y mi osadía no llega a tanto. Pero, si a ciegas navegan mis ocurrencias por la prosa, me pregunto dónde estará la frontera entre ambas. A pesar de todos los pesares, la curiosidad me llama y sin dudar acudo. Me pregunto qué serían de mis letras sin ella.