En el jardín del recuerdo,
planté una rosa de amor,
creció con lágrimas mías,
y con suspiros floreció.
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Sus espinas son los celos,
sus pétalos, la pasión,
el tallo es la esperanza,
que se eleva hacia el sol.
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El rocío de la mañana,
son los besos que no di,
y el viento que la mece,
los abrazos que perdí.
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La sombra que la protege,
es mi anhelo por volver,
y el aroma que despide,
lo que no pudo ser.
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Cada día la contemplo,
desde lejos, con dolor,
pues aunque crece en mi pecho,
ya no es mío ese amor.
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Y aunque el tiempo la marchite,
y se lleve su color,
en mi alma quedará siempre,
como eterno resplandor!
Este poema lo he dedicado a un amigo cuyo matrimonio no pudo florecer por problemas de caracteres, celos, tiempo y por su trabajo que le obligaba a viajar y dejar sola a la esposa, en una hermosa casa y con dos perritos y un perico. Ella deseaba hijos y estabilidad y el se aferraba a su rutina laboral, pasado el divorcio por mutuo acuerdo y un tiempo después ella encontró a otra pareja y el sigue solo, casado con su profesión. Ella hoy tiene tres hermosos hijos y vive en una casa menos lujosa pero con una familia completa.
La rosa del amor precisa de cuidado y calor.