W. Eulen Kard

Anatema

Soñé en una noche de lluvia y trueno
con tus miradas áureas
aguaitando mis quimeras.
Miré en el fulgor de tus estrellas
las marcas resecas de un sortílego camino
que marca sin compás ni melodías
un réquiem infinito de silencios y presidio.

Miré en los horizontes terracota
titilar cansados los días sin nombre y sin destino
y encontré en ellos el presagio del antaño
cuando Adar Malik en el rosal me seducía
sacudía la testa polvorienta de pecados
mientras yo era era el receptor de su anatema
cabalgante en el pegasus furibundo y de hastío
entre los siete infiernos de Alighieri en su comedia.

Y no...
no era el surrealismo de un aedo
ni el cantar de gestas en los tiempos medioevos.
Era el rose de mi cuerpo con la muerte
y era el tacto de mi alma en los infiernos.
Luego
en un trayecto fugaz de tiempo enmudecido
imploré a un dios de tantos en la teogonía
para ver si encontraba redención a mi suplicio
y no...
nadie respondía.

Entonces
emprendí un viaje de irredentos apotemas
hacia el centro del seol y sin retorno
y en tus valles de panteón reseco y yermo
me perdí caminado lento entre la bruma
y fui disuelto en el olvido por tus sienes
arrancado eterno del vientre de tus dones.