Amanecer transido de verano.
Silente, como espiga tras la siega.
En duelo de un amor que, apenas llega,
renuncia a la esperanza... Todo es vano.
Los pájaros descubren el arcano.
Sus trinos, en la lluvia de la vega,
se pierden a lo lejos. Hoy me ciega
más la luz, pues ya nada está en mi mano.
Caminaré por sendas escabrosas
sin algo que perder, ni que ganar.
Mi espíritu se irá tras la marisma,
donde la bruma oculta nuestras cosas.
Y, al umbral que esta vida ha de cruzar,
seré la sombra de mi sombra misma.