Yo era demasiado joven.
Pero crecí a lo largo de los años.
Nos reunimos con el hombre militar;
Él se despidió de su amada.
Por sus mejillas corrieron lágrimas.
Todos los días esperaba al cartero.
Pero la tan esperada carta nunca llegaba.
No es el silencio lo que te vuelve loco.
Es el sonido de un corazón roto.
Un tsunami de dolor inundó mi alma
al cruzar el océano.
La noticia, un pájaro herido, traía alas.
De malas noticias.
Mi mente era un laberinto sin salida.
Buscando respuestas en la oscuridad.
No sé por qué seguía.
Supongo que es solo por
El blues de la ausencia.
Un lienzo nocturno que pintaba mi tristeza.
Con frías estrellas.
Mientras en mi cabeza sonaba,
un blues.
Cumplidos los dieciocho, mudé mi piel.
Serpiente, desprendiendo la escama de niño.
Lágrimas, frías como lluvia, me liberaban.
A menudo nos acurrucábamos.
Un nido de cuerpos buscando calor.
La misión, nuestro refugio, nos cobijaba.
De la lluvia y del frío mundo exterior.
Mientras en el cielo se escucha
Un triste blues
Como perros callejeros, raquíticos y hambrientos,
Buscaban en las sobras del perdón un hueso.
Un hueso que nunca les sería arrojado.
Un consuelo que el destino les negaba.
Sus ojos, pozos oscuros y húmedos.
Clamaban por una absolución.
Una absolución que el cielo gris, impasible,
Se negaba a conceder, indiferente.
Mientras el cielo escupía balas de plata,
En el cielo sonaba
Un triste y amargo blues.
Es difícil encontrar buenos amigos en la vida.
Normalmente, puedes contarlos con una mano.
Y así, como las brasas se consumen en la noche,
También se desvanecen los lazos que alguna vez creíamos eternos.
El fuego, un altar de despedida.
Consumía los restos de nuestro ser, como cenizas al viento.
Un adiós doloroso, que me enseñó que nada es eterno.
Ni siquiera los lazos más fuertes, ni los sueños más hermosos.
En el cielo seguía sonando
Un triste blues
Las grullas de plata vinieron en formación.
Su vuelo, una danza celestial, elevaba su alma.
Pintando de gris el amanecer en calma.
Mientras, en la madrugada,
En el cielo sonaba.
El blues de la ausencia.
Gonci