Ricardo M. Castillo Téllez

Memorias de servilletas I

Hay palabras que arañan mis pensamientos,
hoy las escuché paseándose nuevamente por mi cabeza.
Las pronuncio mientras camino distraído 
y las olvido frente al papel en la comodidad de mi cuarto
(muy distante de mi verdadero hogar).

Sólo me queda esta sensación de pérdida y de resignación que ahora escribo.
¿Qué es mío entonces? 
¿La pérdida, la ausencia, lo innombrable, lo invisible?

No me gusta lo que escribo.
Por eso deshago y rehago y pierdo lo que mal encuentro (muy a propósito);
por eso borro y rompo papeles, para olvidar que lo he dicho todo mal;
y también para ser fiel a la añoranza que yo tengo de las palabras que se quedaron sin voz
(de las palabras mudas, quiero decir).

Y me quedo con esta cacofonía mía 
que es de multitud de voces perdidas y repetidas en la escena, 
cada cual con su propia entonación (¡qué importa!):
algunas se quedaron ebrias en las servilletas de los bares;
en la muchedumbre cotidiana del andar sin lápiz y cuaderno;
otras en cambio, se extraviaron en las palabras inteligibles y que no tienen valor alguno:
las que carecen de espíritu y que son insustanciales,
las que han sido dichas para ser utilitarias,
entendidas y condenadas a no decir nada.

Lo que realmente importa se pierde en el camino, 
como atesorado objeto que se ha caído de los bolsillos y te sume en la sentida pérdida, 
llorando y hablando con palabras huecas como éstas.
Lo que importa es lo que no se nombra y se termina extrañando por mucho tiempo, 
sino es que toda la vida.

Lima, 27 de agosto de 2024