Augusto Fleid

Llueve sobre el techo roto de la casa

Llueve bajo el techo roto de un hogar olvidado,  

las paredes están desnudas, marcadas por grietas y trazos de crayón,  

que cuentan historias de un tiempo que se disuelve en la memoria.

 

 

El aire, intruso, se filtra por la ventana desahuciada,  

susurra versos de humedad y lágrimas del ayer,  

mientras recuerdos llenan de nostalgia cada rincón de la habitación,  

bajo un llanto que parece palpitar en el ambiente.

 

 

Las voces de quienes ya no están,  

o de aquellos que una vez habitaron esta casa,  

viajan como murmullos etéreos,  

sus consejos, vacilaciones y viejas rabias aún flotan en el aire.

 

 

La brisa suave envuelve al visitante,  

y el silencio se anida en cada esquina de la morada,  

junto a momentos vividos que se ocultan en una memoria dolorosa,  

una memoria que anhela revivir tiempos idos.

 

 

Llueve aún sobre el techo magullado y desgarrado,  

donde el cielo gris se filtra con su tristeza opaca,  

lágrimas de ángeles invisibles caen sobre el ser que aún habita el lugar,  

y en la desolación de su ayer, cuenta historias con cariño a las sombras que ya no regresan.