En el laberinto del cerebro humano,
donde neurotransmisores danzan sutil,
la depresión es un enigma, un tirano,
en la química del ser, un desequilibrio febril.
Las sinapsis susurran secretos ocultos,
serotonina y dopamina en desfase,
como estrellas que brillan en cielos tumultuosos,
su luz se apaga, se pierde en el enlace.
Las neuronas, cansadas, luchan en la sombra,
se agitan y titilan, buscan un hogar,
pero en la soledad, el dolor se desliza,
y el pensamiento letal comienza a asomar.
En estudios y datos, se trace el camino,
hormonas que fluyen, cortisol en pie,
un ciclo de angustia, un laberinto divino,
marcando el pulso: \"Ya no puedo más\".
La ciencia observa, pero el alma no entiende,
¿por qué en este caos, el ser se detiene?
Las máquinas funcionan, los gráficos giran,
pero en el rincón del corazón, se apena.
La esperanza titila como faro distante,
en el eco del llanto, en la piel del que siente,
un rayo de luz entre la noche constante,
que invita a buscar lo que el dolor presiente.
Así, en este viaje por senderos oscuros,
donde la mente enfrenta su eterna batalla,
recordemos que aunque el abismo sea duro,
en la ciencia y en el amor, la vida estalla.