En el cielo, las nubes danzan alrededor del sol, mientras en la tierra, mi memoria hace ruido en busca de tú y yo.
La luz nocturna refleja el recuerdo, arrasando con todo y dejando en carne viva la piel del adiós.
Las hojas del otoño florecen en la próxima primavera, y pronto llegará noviembre, y las aguas en mis ojos declaran sentencia.
La ausencia es el grito desesperante que el silencio tiene secuestrado. El alma pierde color, y la vida ya se esfumó.
El alcohol es amigo en medio de un duelo joven en el corazón marchito, como marchita el otoño abrazado al invierno.
Palabras cuidadas en el huracán estallado. Como el diluvio de Dios, estallan mis sentimientos por ti.
Noviembre se anuncia, se oye llegar, se siente, y la tristeza se hace ver en el corazón partido.
Aún puedo ver tus ojos en las estrellas y alucino que bajas y te quedas aquí.
Mi dolor es la ignorancia de la gente, juicios y murmullos, bocas alimentadas del dulce sufrimiento ajeno.
Y aunque no me descargo con nadie, aún busco la manera de salir de tu recuerdo, pero descubro que no quiero olvidarte.
Eres el cielo grande de mi vida, y el cielo no decae; el cielo me abraza al abrir la puerta, y puedo oírle decir que aún me esperas.
Eres mi cielo grande, eres el recuerdo que me hace saber que aún soy capaz de sentir.
Oh, cielo grande, quisiera tenerte aquí.