Luis Ernesto Hernández Aguirre

AMARLA COMO TÚ LA AMAS

¡Qué intrincado me es amarla!,

cuando el corazón se llena de orgullo

y la paz es un silente susurro

que entre las lejanías se desdice,

es entonces que el corazón exclama:

“enséñame a amarla como Tú la amas”.

 

¡Qué difícil adorarte!,

cuando tu herida distante supura

y derrama sangre fresca en las grutas

colocando en tu interior su estandarte,

es entonces que el corazón exclama:

“enséñame a amarla como Tú la amas”.

 

¡Que complejo es comprenderte!,

cuando los sentimientos dilatados

gobiernan pensamientos encontrados

que no encuentran sus ocultas vertientes,

es entonces que el corazón exclama:

“enséñame a amarla como Tú la amas”.

¡Qué afanoso es perdonarte!,

cuando hacia mi corazón lastimado

despiadados arpones son lanzados

que enfurecidos buscan encontrarme,

es entonces que el corazón exclama:

“enséñame a amarla como Tú la amas”.

 

¡Que intrincado es encontrarla!,

cuando no me encuentro ni a mí mismo

si descuidado extravié mis caminos

en los hondos entresijos de mi alma,

es entonces que el corazón exclama:

enséñame a amarla como Tú la amas.

 

¡Que agotador sostenerte!,

cuando mis débiles fuerzas terminan

y me privo de la gracia divina

que dispuesta al servicio está siempre,

es entonces que el corazón exclama:

“enséñame a amarla como Tú la amas”.

 

Ardua labor es cultivarte,

como abigarrado es sembrar la tierra

pues solo el que pretende la cosecha

diariamente está dispuesto a esforzarse,

es entonces que el corazón exclama:

“enséñame a amarla como Tú la amas”.

 

¡Imposible persistir

si amara con mi propio corazón!

¡o la perdonara con mi perdón,

o buscara sin recurrir a Ti!,

es entonces que el corazón exclama:

“enséñame a amarla como Tú la amas”.

 

Pues cultiva el sembrador,

mas el viento y la luz del sol no es suya

y ningún esfuerzo le dará lluvia,

solo la confianza en su creador,

es entonces que el corazón exclama:

“enséñame a amarla como Tú la amas”.