J.R.Infante

He recorrido

He recorrido vuestras calles

sin que mis ojos

                        captasen

la limpia mirada de un niño,

prendida en la noble piedra.

He buscado sin hallarlo

la huella del pregonero

confundiéndose

en ventanas  de arabescos cerrojos.

He paseado mi mochila

a lomos de un perro-guía

aburrido de ladrar

las ocurrencias

                      del mirlo.

Nadie corre, nadie grita,

nadie abre sus balcones

para dejar que penetre

un tímido rayo de luz.

Allá

junto a la románica piedra

se postra la lápida callada,

mientras que las vacas

—de ojos como volcanes—

lengüetean los geranios prendidos

                                                     en los parterres,

madera sobre madera.

El viento baja y sube las cuestas

sin pararse en los portales,

sin dejar impresa la charla

robada tras de una esquina.

Los tejados                                                          

—piel negra de lagarto—

se reproducen sin fin

pariendo brillantes buhardillas

e ilustradas chimeneas

                                  y el río canta

¡este si!

El río le canta a los dones

que la alta cumbre llevó,

 y un buen día
cobijó generosa en su seno.