Nada tengo si no vienes
pues si vienes, todo tengo;
y al tenerte, me sostengo,
con tus vastos parabienes.
Y mi vida, la sostienes,
cuando cumples mis antojos
y supero mis enojos
porque miro las estrellas
admitiendo que, son bellas,
pero no como tus ojos.
Y esa luz que ellos reflejan
acrisolan, con su fuego
y a su brillo, yo me apego,
porque dulcemente dejan
(cuando con su luz festejan)
la hermosura de la vida
que la siento consentida
pues como la hiedra abrazan
y al mirarme, no rechazan,
este amor que en mí se anida.
Y al llegar la madrugada
te imagino con la aurora
como luna, seductora,
que penetra iluminada.
Dime tú, niña agraciada,
que seduces mis sentidos
y aceleras mis latidos
que tu amor me pertenece
y que junto al mío crece
con los sueños más prohibidos.