En algún lugar ella debe estar esperando
mientras duermo,
mientras el café dulce, oscuro, angelical
se va enfriando.
Yo sé que vivo, allá a lo lejos, en ese hogar
desaparecido
a donde voy a diario con los pies infatigables,
de limosneros,
y los ojos brillantes,
impregnado de algo ausente, de hostias y flores
de otro jardín.
Yo sé que voy, que avanzo, que muero
poco a poco, impregnado de esa roca viva
que siguió a su funeral,
resucitando
con la sal en la herida y el olor a libertad
a medias
de otros muertos.
Yo sé que tengo ojos, pero no tengo alma.
Nadie puede escapar a su destino, nadie sabe.
Pero, a veces uno puede huir
por la ventana de los ojos
hacia el lugar donde el cielo es un campo
de flores
y la mujer amada brinca como una hormiga
juguetona y traviesa
y Dios sonríe y la luz se enreda al aire.
En algún lugar yo estoy esperando mientras
ella duerme…