Acuérdate del mar, del oleaje,
del beso de la arena, de la brisa
del tiempo que no espera y que, salvaje,
arrastra tras de sí por la cornisa
del olvido, del sueño azul al viaje
sin retorno ni fin. De aquella risa
colérica de días sin bagaje
y cabos por atar, y ve sin prisa.
Pues todo se termina a las primeras
de cambio y no seremos más, ni menos,
que aquello que ya fuimos una vez.
Por eso nuestras aguas son someras
en la costa y más hondos, y serenos,
nuestros rumbos camino a la vejez.