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Escuela

Me gusta ir a la escuela

ya que encuentro amigos de todos lados

desde Colombia hasta Venezuela

todo lo aprendido se me queda grabado.

Los pasillos guardan pasos lentos,

ecos de risas que el tiempo llevó,

en cada esquina se oculta un recuerdo,

que aún en silencio me llama y soy yo.

 

Entre pupitres y hojas gastadas,

crecimos juntos sin saber lo que éramos,

miradas cómplices, promesas calladas,

el futuro era incierto, pero ahí nos teníamos.

Más que ecuaciones, historias o fechas,

aprendí de la vida en cada rincón,

caídas que duelen, sueños que acechan,

y en cada error, una nueva lección.

 

La campana sonaba, siempre igual,

pero en la monotonía algo brillaba,

un día distinto, un momento casual,

donde la magia de lo común se alzaba.

Hoy veo el colegio como un reflejo,

de lo que fui, de lo que quedó atrás,

y aunque el adiós se siente tan lejos,

sé que llevo su esencia en mi andar.

 

Los muros hablan, aunque nadie los oye,

guardan secretos que el tiempo dejó,

en cada rincón se esconden historias,

que algún día fueron parte de mi voz.

El patio donde corrimos tan libres,

las sombras largas al caer la tarde,

allí quedaron nuestros primeros pasos,

hoy tan lejanos, pero siempre constantes.

 

Entre libros y sueños mal escritos,

se forjaba un futuro incierto y fiel,

con manos temblorosas, pero dispuestas,

a construir un camino que aún no se ve.

Los años pasaron en susurros suaves,

como el viento entre las hojas en abril,

y aunque me alejo, llevo siempre conmigo,

los días de colegio que no quieren partir.