Tienes total libertad
para que tus manos
deambulen
por todo mi cuerpo.
Déjame acariciar tu alma
con la yema de mis dedos,
dejarnos fluir a fuego lento
mientras nos besemos,
perseguir el rastro de tu aroma
hasta el fin de los infiernos.
Terminar los dos en el éxtasis,
como la Santa Teresa de Bernini,
mirarnos a los ojos firmemente
desde el ansia que emanan nuestros cuerpos.
Querernos más allá de lo físico,
atraernos sobre el parquet a la cama,
palparnos por debajo de las sábanas,
sentirnos como si no hubiera un mañana.