En el crepúsculo, el bosque murmura,
un canto sutil, casi secreto,
donde sombras y luces entrelazan
susurros en un espacio eterno.
Las hojas caen con un suspiro tenue,
y el suelo guarda el eco de su danza.
El aire, cargado de historias antiguas,
escribe versos que solo el silencio entiende.
Cada árbol, en su aislamiento solemne,
parece un enigma oculto en la penumbra.
Sus ramas se alzan, cual brazos vacíos,
esperando el roce de un cielo distante.
El río, en su curso eterno y apacible,
espejo de un sol que se oculta con pereza,
muestra en su superficie las promesas
de un día que nunca se atreve a comenzar.
Y en este rincón del mundo, solitario y callado,
la naturaleza susurra su verdad más profunda.
El crepúsculo, en su manto de misterio,
se convierte en el libro que el alma lee en silencio.