Yo tuve la culpa de haberte dado
gustos que tú querías y, buscaba la
manera de complacerte para que
no entrarás enojo.
Si te invitaba a una cena, no querías ir conmigo
porque no vestía como tú querías.
Ahora que ya no vives conmigo, no
veo en tí los lujos que te complacía.
Lo bonito de mí, que sigo siendo el
hombre de siempre y, no me falta el
pan en la mesa como tú lo tenías.
Bendecido soy del Creador, día a día
sin presumir de grandezas soy felíz
a mi manera.