Extraños pero conocidos, vivimos conociéndonos muchos años, nos hacemos llamar amigos, pero no recordamos ni los cumpleaños de nuestros tíos.
Nos enteramos de las fechas importantes cuando las vemos publicadas en un estado de algún pariente o un vecino.
Al que cumple años le enviamos un saludo por cumplido, vivimos sin mirarnos las caras a pesar de ser amigos, hermanos o hermanas.
Nos sentamos juntos en una misma mesa, sin pronunciarnos casi una sola palabra, desayunar, almorzar, cenar se volvió a toda prisa, no nos sopla ni la brisa.
Encerrados entre cuatro paredes, desperdiciamos nuestras vidas, con los sueños volviéndose trizas, nos excusamos de tener mucho trabajo, o que nos espera los que haceres, la rutina.
Sin embargo, con aparatos esclavizadores nos quemamos las retinas, ya ni sacudimos las cortinas, todo se volvió ordinario, en un mundo que se ha vuelto un caos.
Nos enorgullecemos por tener millones de amigos, y casi todos ellos son perfectos desconocidos, no conocemos ni sus nombres ni apellidos.
En las reuniones familiares ya no existen pláticas, ni debates, simplemente publicaciones, fotos, capturas de imágenes.
Pasamos más tiempo con nuestros aparatos celulares, ni conversamos con nuestros padres, abuelos ni abuelas, un saludo medio bonito a veces y a medias.
Una tragicomedia, todos en su propio mundo, en sus apartadas existencias, en las escuelas y colegios, los profesores sin exigencias.
Ya no se leen libros, ni se aprecian las obras de arte, terminaron las visitas en los museos y en las bibliotecas, desaparecieron cara a cara los debates.
Es más fácil rebuscarse sobre ciertos temas en las páginas digitales, el mundo y su situación cambiante, vivimos tan aprisa que todo lo bueno, lo hermoso, lo interesante y valioso dejó de apreciarse...
\"La civilización se volvió un perfecto esclavo de la tecnología, y las redes sociales\".