jvnavarro
DIARIO DE VERANO LXXVII (HISTORIA DE UN POETA ROBOTIZADO)
Soy un poeta robotizado
y estoy en el dry-docking,
aparcado,
me he quedado tieso,
un poema he dejado,
a punto de brotar,
medio tostado.
Me han subido
a un banco de prueba
de esos de apretar tuercas
a martillazos
y es que esta mañana
confundí el aceite
con un desatascador
de bicarbonato,
con vinagre y ácido
y me he desencajado
y en ello destornillado.
Dicen los técnicos
que hay trabajo para rato,
pues el circuito se ha quedado
lleno de cables pelados
y cada vez
que pienso en algo
se produce un cortocircuito
que me duerme los abrazos,
altera las neuronas
y me produce en el intestino delgado
gases de metano
que al salir por el ano motorizado
sirven para avivar el amor
de las parejas de enamorados,
de esas que salen en los poemas
a cientos en un corto rato.
Lo siento por los que usan
de mi tecnología
para leer a ratos
tal si fueran humanoides
diseñados como lectores avanzados,
pero la verdad sea dicha
es que Bequer a mi lado
es de todo
un poco más humano,
por eso de que nació de madre
y murió arruinado.
Yo con sus golondrinas
haría un poema largo
y si hablamos de los besos
saldrían en mis poemas tantos
que el planeta estaría lleno
de besamanos,
de morritos calientes
y de tantos lengüetazos
que hasta los perros y los gatos
sentirían celos
y estarían todo el día
ladrando y maullando.
Se me están descargando las pilas,
llevó ya un rato
gruñendo y dando
pequeños saltos
de no más de un palmo,
creo que es el momento
de decir adiós
antes de que me reciclen y reconviertan
en aluminio laminado
con que hacer botes de judías
con chorizo y almejas del Cantábrico.