Salvador Galindo

Cardos

Yo veo a tu pálida y rugosa cara,

entonces puedo procesar tu inestabilidad.

¿Has atravesado acaso el jardín

en el cual nunca querrás revivir

tus futuras escenas?

Parece como si el tiempo

ablandara en ti tu maldita complacencia,

de cortar la ingeniosa inconsciencia de raíz.

Ahora estoy tendido justo a tu lado,

justo sobre tu figura,

y tú transmites tu desgracia,

tu don, tu exposición

 

Sobre tu mente ha caído una gotera,

¿Has atravesado acaso el jardín?

Son las reminiscencias, las ruinas del jardín

Las que te hacen llorar y reír de ansias.

Está repercutiendo justo en tu mentalidad

pero te está llenando de inseguridad,

y me siento feliz, pero no pienso decirlo,

me está nutriendo de insipidez.

Son los sujetos de tu desgracia,

te están cortando tu memoria de raíz,

y son los que saltan, desechan y festejan afuera,

pero ahora sólo son tus supuestos amigos.

 

Entonces los pisarás con tus pies, de una vez.

Se ha vuelto largo para ti, por tu singular histeria,

y deberás conservarla antes del acto,

y deberás despojarte de estas arruinadas sabanas,

las mismas que te arruinan noche a noche,

y crear un amargo final para esta escena.

Ahora has decidido agarrar mi mano para terminar,

la misma que te rasga como esos cardos

que alguna vez tú rechazaste

para usarme y llenar tu vacía inquietud.

 

¿Has atravesado acaso el jardín

en el cual nunca querrás revivir

tus futuras escenas?

 

Solo invítame hoy...

llévame sangrante a tu fiesta,

llévame sangrante a tu fiesta,

en tu mejor interpretación de gratitud,

y no volveré a estar presente,

no volveré a reaccionar a lo que eres.

Humíllame ante todos antes que todos te humillen a ti.

 

¡Sólo humíllame! así

Así, justo al medio de tu escena

Y de tu desgracia.