Gustavo Echegaray

Mi tierra

Con su permiso, señores,

de mi tierra quiero hablar;

perdonen si al versar

no soy del todo discreto,

pero no guardo en secreto

lo que es justo de alabar.

 

Vive mi gente orgullosa

de su digna agricultura,

pues la tierra, en su hermosura,

regala, sabia y generosa,

sus frutos en gran mixtura,

herencia de vida hermosa.

 

Tiende el verano su altar,

el río entona su canto,

riega el campo con encanto,

y el pasto empieza a crecer,

y al verlo reverdecer

el cielo aquieta su manto.

 

Surgen las sementeras

bajo el cuidado incansable

de manos inquebrantables,

manos que vierten semillas

que a la luna y sus orillas,

germinan en suelo amable.

 

En la calma del sembrío,

los cerros ven al pallar,

y a los choclos despuntar

en firme brote ceñido,

y el cancate ha florecido

bajo un cielo sin llorar.

 

Las uvas dan su dulzura

bajo un sol que no vacila,

y los mangos se perfilan

en la tierra que madura;

ya en la mesa, en su ternura,

al paladar encandilan.

 

Las higueras ya florecen

con sus ramas bien curtidas,

y en las huertas renacidas

cada fruto es la promesa

del trabajo que no cesa,

del esfuerzo que es la vida.