Su belleza sin parangón,
le robo el corazón a Poseidón,
su pecado fue la jactancia,
marchitose la flor y esfumose su esplendor y fragancia.
Fue la terrible venganza de Atenea,
para su fortunio, Perseo fue su Panacea,
quizás nunca perdió su belleza,
solo fue transformada por una divina vileza.
Sus hermosos cabellos transformados en serpientes,
que ahora crecían en su testa, como hiedras,
para la desafortunada mirada de aquellos vivientes,
que al verle fijamente, se convertían en piedras.