Somos el reloj de arena que cargamos en nuestras propias sombras, llevamos la pesadez del tiempo a cuestas, sin darnos cuenta lo que cuesta perder un minuto de respiración, ¿por qué es tan difícil admirar con claridad un paisaje que detiene los murmullos de un pasado turbulento?, quizá es más fácil contemplar el humo efímero de nuestro ayer más no crear roca a roca el camino del mañana.
Somos el viento que conoce el camino más no el rumbo, somos el rumbo que caminamos sin depender de vientos, desde cualquier mirada vemos nuestras diferentes formas de vivir, viviendo de diferentes formas vemos nuevas miradas, quizá andamos el camino viendo el tiempo siempre en la misma dirección y aquel reloj de arena cayendo rápidamente ante nuestras miradas fulminantes. Somos nuestro camino al fin, y nos duele crear un inicio.
Somos los escritores de historias, preocupados por el final cuando no sabemos ni siquiera donde inicia, la misma luz nos deja ciegos cuando es tan intensa que no vemos nuestros propios pasos ni el camino que vamos dejando, nos da miedo el tener todo y ya no tener nada, en un parpadeo todo se esfuma dejando solo las migajas de lo que un día fue.
Somos nuestra vasta creación y estamos preparados para el correr del tiempo, pero no para hacer correr el tiempo a nuestro modo, a veces debemos esperar que la cuenta regresiva culmine para empezar a contar para adelante, al final, cuando llegué a cero, comienza la verdadera historia, quizá los puntos suspensivos sean la mejor forma de hacernos entender que esta nueva historia debe continuar, al final, para continuar esta nueva historia debemos entender que nuestra mejor forma de escribirnos es en puntos suspensivos.