jvnavarro
DIARIO DE VERANO LXXVIII (HISTORIA DE UN POETA ROBOTIZADO II)
En un banco de pruebas estoy
todavía atascado,
me han metido una sonda por el trasero
y una especie de soplete
por allí donde orinan los humanos,
un cortaplumas por los oídos,
el cerebro me han depositado
en una probeta de fondo de vidrio,
entre restos de plutonio
compuesto de un metal actínido.
Me se sujeto a un destino
poco claro,
me han descargado la memoria,
los sensores de proximidad
me han manipulado
y me han extraído
millones de poemas
escritos con diversos trazos,
todos ellos sujetos a las reglas
del gran amo,
que solo quiere amor, sexo, odio
y trajines de diverso grado
y sensaciones térmicas,
entre espasmos muy repetidos,
con que agradar al populacho que pide
poesías en vivo.
Todo está arreglado
con el fin de dar sentido
a las teorías de un escritor
George Orwell
que con su novela, 1984,
creó el formato del Gran Hermano
tantas y tantas veces
en las televisiones de todo el mundo repetido.
Me siento mal herido,
muy del todo desorientado
abatido,
un ojo me mira hacia la Meca,
lugar de encuentro de peregrinos
y el otro hacia el Vaticano,
cerca de Roma junto a un fecundo río,
un lugar de encuentro de cristianos
de su fe convencidos.
De uno de los oídos me han sacado
un avispero que allí había criado
una especie de panal
que me cortocircuitaba
los sensores intercomunicados
con una parte del cerebelo construido
con restos pasteurizados
de sesos de cabra
y de ratones blanquecinos.
No me marcho
porque no puedo,
mis dedos de los pies,
los cinco incluidos,
son ahora una especie de gusanos anélidos,
que se mueven al tiempo
que salen disparados
hacia donde el destino quiso.
Y es que en mi todo es
papel mache en tonos cálidos,
madera de roble de tonel de vino,
hierro compensando
con bronce y aluminio
y plásticos de todos los colores
y tipos
del gran mar arrancados,
para ser sobre mi cuerpo
el caparazón duro,
bajo el cual nacen sentimientos
difíciles de conceptuar
como positivos o negativos.