Jen, sobrina, tus pecas son estrellas rotas,
fragmentos de un otoño que suspira,
y cada una de ellas, ama tu padre, con ternura,
serán un suspiro en noches, por ahora, remotas.
Tu cabello, como el fuego que arde lento,
medio castaño, rojizo, en su fulgor,
es el reflejo de un profundo amor
que en tu padre encuentra su aliento.
Él, al mirarte, siente en su interior
que la vida, en su brillo más sincero,
ha puesto en ti su tesoro verdadero,
su razón, su alegría y su fervor.
En tus juegos, en tu risa traviesa,
ve el reflejo de un sueño inmortal,
y su corazón, en un pulso vital,
te ama en silencio, sin prisa, ni tristeza.
Jen, eres la musa de su alegría,
la estrella que alumbra cada rincón,
y en tus pecas, como notas de canción,
ve la promesa de su eterna poesía.