Observaba la luna
con mirada sensual y felina;
disfrutando su hehizo
que genera febril poesía.
Titilando sus ojos;
desplegaban sus verdes pupilas
los fulgores mas bellos;
¡que opacaban las luces divinas!
Su cabello ondulaba
al compás de la cálida brisa;
que mojaba su rostro
con su suave y serena caricia.
Palpitaban sus labios
con la sed de pasión infinita;
que imploraba con ansias
de mis besos su flama encendida.
Y se unieron los cuerpos,
en la gran comunión tan magnífica
del supremo delirio
del amor que cautiva.
Autor: Aníbal Rodríguez.