Estaba aquel centinela
montado en el garitón
creyendo que era una estrella
y espiando como un mirón.
Con una vieja ballesta
y ciego su corazón
mostraba que el alma en pena
mordía sin compasión.
Centinela, ya no sufras,
vigilando a los demás
que el disparo de bazuca
es más fuerte por detrás;
y si no lo entiendes nunca,
del disparo morirás.