Ivette Urroz

Desnudo el tiempo

Desnudo el tiempo, pausadamente
 
me entierro hasta que duela la raíz de las horas,
 
una palabra quema en mis labios rotos
 
y el cielo, mordido por el vértigo,
 
se incendia sobre las sombras que no encuentro.
 
Obliga encender el origen del vacío,
 
hallar en el eco de la nostalgia subterránea
 
la herramienta, el metal que se perdió
 
cuando las ramas tragaron las letras.
 
Me escudriño,
 
te escudriño en la crecida de mi sombra,
 
y no te encuentro,
 
me pierdo en el remolino del corazón grabado.
 
Es urgente,
 
recuperar la boca enterrada,
 
donde los cuchillos de la memoria
 
marcaron en la corteza del tiempo
 
la huella que gira calla duele y no vuelve.
 
Estoy sola,
 
sola contigo,
 
descalza entre ramas,
 
dibujando con las manos abiertas
 
el vacío que madura frente a mis ojos
 
y crece como un peral entre las sombras.
 
 
Sombras de Luna y Ecos de Pasión
 
Desde los páramos míseros,
 
se enojan y se encienden bajo la luna
 
de ojos miel,
 
el lobo enciende la pasión inexorable
 
a la sombra de sus ecos del mar de la música,
 
y el aire de sus dudas carga con las valijas del perfume,
 
quemando lo que quema denso y sin razón.
 
Adentro no cabe adentro, solo la escudilla del amor,
 
los labios que me nombran son otros, excéntricamente
 
mientras el clavo humilde continuo irrumpe
 
y desmaya los entuertos de la costumbre.
 
Es la lejanía, la desnudez que no promete,
 
un estertor que atraviesa los bordes de la misma herida.
 
Los secretos de una alondra silban como flautas tímidas,
 
y sus corazas derrumban altísimas vidrieras,
 
vibran y turba piedrecillas en los reinos de la bondad.
 
¿Ayer preguntaron por la limosna decepcionada?
 
Las ramas cubren los bazares de la vanidad
 
y la vieja billetera Gucci renunciando en el tiempo.
 
Desde la esquina, un lienzo enceguece sordamente,
 
y vuelve al escritorio rojo como un cerezo enojado,
 
¡un violín que fluye, una vida a contratiempo que aroma
 
con desaparición que no cesa de brotar!