« Alguien me dijo que nunca somos contemporáneos de lo invisible »
Esa manera que hacía que fuera siempre él, esa forma de esconderse entre el cielo y la tierra.
De irse, de ser vacío y plenitud.
Ese gesto fuerte de su dulzura de luna frágil, ese azul de pluma y esa risa que abrazaba el mar, ese continente suyo que yo sentía conquistar.
Él y solo él mi teatro triste, mi noche fría, todavía sigue tu recuerdo en el jardín, todavía lloran las madreselvas y el invierno ríe de aquella prosa, de aquel rincón donde los versos más tristes no pueden ya ni hablar.
Él es ausencia crónica y noche perpetua.
Entre libros y estampas de Chagall, él me decía que ahora todo le daba igual, que el reloj solo marcaba el paso de un silencio ancestral, él mi sello de tinta y nieve, la infinita caricia de un vuelo de estrellas.
Él mitad pájaro, mitad lazo febril atado a mis brazos, única pluma para mi papel, único puerta con vistas al mar.
Él mitad mitad chocolate y mitad hiel, él era el remedio para mi piel »
Sabag, Laberinto distinto, palabras escapándose