Seguiré por las sendas del recuerdo
hasta tenerte aquí a mi lado, Aurora,
nunca te fuiste de mi seno izquierdo
y, desde allí, mi ser te rememora.
Del tiempo que cavabas en el huerto
con el afán del fruto; ese que ahora,
en la calmada noche, está despierto
en espera de un sueño que no llega
en un mundo que aún no ha descubierto.
Oigo tu voz, lejana y gris, labriega,
cantarina como agua por el caño
que, limpia y transparente, me sosiega
al hablar del paisaje aquel de antaño,
dando la mula vueltas a la noria
mientras que, trashumante, va el rebaño.
Noches de estío y riego en la memoria,
trigo y trillo que esperan tras de la era,
sudor hasta el invierno, y a otra historia.
Matanza, hielo, nieve... ¿y primavera?
El frío, que se mete hasta los huesos
y esperando, cada año, una quimera.
Anuncian ya las nubes blandos besos
que en flor de lozanía, ayer discreta,
arrastra el corazón en embelesos.
Las quilmas que no van en la carreta
las podremos vender al estraperlo
-según soplen los vientos la veleta...
El camino hay que andarlo y recorrerlo
teniendo siempre al yugo un par de bueyes
que no se paren al cantar del merlo.
Al rosar el alba vendrán los reyes
del cielo hasta la fragua a saludarte,
y te dirán que libres son sus leyes,
que el aire es quien les guía en toda parte,
que es Dios quien los vistió con tanto esmero
y, si a ellos ama, cómo no va a amarte.
Mira en el río, crece allí el salguero,
cómo nutre de vida a sus raíces
de igual forma en agosto que en enero.
Brotan siempre retoños tan felices
de ver la luz y estar a buen cobijo
sobre un suelo repleto de lombrices...
El agua está más fresca en un botijo
a la sombra que en otro recipiente.
El barro moldea al padre y al hijo
así como hace al amo y su sirviente.
Iguales somos todos en la cuna
e iguales vamos todos a la fuente.
No importa en este mundo la fortuna;
intenta ser feliz en tu pobreza,
ríele al sol y cántale a la luna
y hallarás, a tu modo, una riqueza.
Disfruta con esas pequeñas cosas
que otorgan a la vida su belleza:
El aroma del pan y de las rosas.
La blanca floración de los frutales.
Las prímulas, vistiéndose virtuosas.
El musgo que corona los tapiales
del huerto y su pozo donde, a la noche,
estrellas y luceros celestiales
reflejan poesía con derroche.