Hoy la vida es como ayer,
como siempre.
Tal vez el roce del viento
se sienta distinto en la piel.
Tal vez las horas sean sombras
que se disuelven en la tarde.
Pero la vida es brisa
que envuelve la quietud.
Tal vez creemos
que los días se marchan,
que el horizonte devora
lo que nos queda de historia.
Pero estamos equivocados.
La vida sigue su curso
como una fogata que arde
en el gesto que olvidamos,
en cada brizna de polvo
que flota bajo la luz de la tarde.
Hoy la vida es como ayer,
como siempre.
Porque el ser no es fragmento
ni cristal que se quiebra.
Es el maná que se ingiere
sin preguntar su origen,
el soplo de Dios que persiste
más allá del todo.