Ya no importa la fecha, el número es irrelevante. Pude entenderlo justo ahora, porque una canción, un lugar, un momento, me llevan a pensarte y a entender aún más que el sentimiento no se vuelve menos o más sentido cuando se acerca el dieciocho. No te extraño y te anhelo solo una vez al mes. Ya eres un hábito, una necesidad como el respirar.
A veces me faltan las palabras e intento que la inspiración llegue a través de la música. Otras veces, tengo tanto sentimiento que quiere salir, pero no sé cómo abrir la jaula sin que antes me interrumpa una sensación desconocida que me aprieta muy fuerte y me hace llorar.
Me hace sentir cobarde cuando me veo en el espejo y descubro una persona vencida y entregada a lo que venga, sin importarme cuánto duela o cuán feliz me pueda hacer momentáneamente. Tal vez este descargo sea basado en la profunda pérdida y el desahogo después de aguantar días sin decir nada. Y es que no hay nadie que quiera escuchar en realidad.
He aburrido a medio mundo con mis bajones, y ya me mandan al diablo. Es por eso que decido llamarme a silencio. Lo único que me queda son mis poesías. Aun así, muchas veces fallo y me engaño con el \'mañana será otro día\', y es tan falso como decir que ya todo está bien.
Todavía escribo con la falsa ilusión de que será la última vez, una despedida. Sin embargo, cuando estoy a punto de creérmelo, sucede que no tardo en volver a sentir una debilidad y vacío que terminan por sentarme nuevamente aquí, con el computador enfrente y la música sonando suavemente, y otras veces un poco más fuerte.
Y cuando menos me lo espero, mis dedos no dejan de apretar teclas mientras que la hoja del \"Word\" se llena de palabras profundas, y a veces sin sentido, o repetitivas, o muy reales, o muy tuyas.
Es un poco una locura, lo sé. Sin embargo, cuando esto ocurre, me siento cerca de ti y me deja de importar quién me lea y qué dirán. La verdad es que no es con ese fin. Yo solo escribo para ti, para que de alguna manera sepas que no te olvido y que vivo de tu recuerdo.