Entrando por jardines de belleza y frescura,
donde flores de seda, en gardenias de aroma embriagador, me esperan,
fuentes bautizadas en magia y sapiencia,
hacen una explosión de colores y aromas,
mezclados en oasis de esmeraldas,
bañados en patios de hermosura y bondad.
Un mate caliente, como un abrazo cálido, para contrastar el frío ardor de la acalorada aurora,
un vino endulzante que despierta mis ganas de celebrar la pasión y la bondad de los entrañables cordobeses...
y en algarabía y baile hasta el amanecer, una cerveza helada, muy helada como el frío que se destila en blancura de altiplano...
Una fiesta popular, que enbellece la riqueza armoniosa de sus tradiciones intangibles... y su hospitalidad, cual devoción y admiro, refleja en sonrisas de mirra y glamour que enaltecen la humildad de una Córdoba magistral que me cautiva...