El silencio se ha convertido en parte de mi rutina diaria.
Mis labios se sellaron y el sonido de mis gritos se esfumó.
Cada lágrima se fue evaporando por cada lamento.
Mis ojos ya no reflejan el resplandeciente rocío de la mañana.
Ahora solo reflejan un podrido desierto en donde el destino me dejó desolada...