Qué pena y qué tristeza
guardar cuánto te quiero,
dejando en la garganta
el grito de mi pecho.
Son gotas de la vida
con flores y con sueños,
surgiendo de la bruma
que llega con los vientos.
Hay brisas siderales
que surgen de instrumentos,
y arpegios y quejidos
que asombran desde el cielo.
Hay voces retenidas
de ángeles muy bellos,
y hermosos querubines
rasgando el violonchelo.
Suspiros contenidos
de letras y de versos,
nacidos en el alma
del joven y sus nervios.
El joven que es amante
de algún amor eterno,
y enfermo de unos labios
ansiosos por un beso.
El beso de la amada,
que ofrece como un premio,
y el beso que él anhela
por un amor eterno.
Rafael Sánchez Ortega ©
17/09/24