W. Eulen Kard

Rabadán

En la lira de un toca sueños ermitaño
están las notas pendiendo sobre cuerdas
que se creen pentagrama de juglares
cuando habitan esclavas en los años
de atardeceres mustios, sedentarios.

No razonan las tonadas lamentares
y se enredan cual hederas pruritoneas
en los dedos del viejo que las danza
cada tarde en los ocasos colorados
antes de dormir en el enciso satinado.

Tonada austera arrullante de rebaños
que mugen somnolientos en el prado.
La cantata que musita remembranzas
sacude la testa de los óvidos
como el viento a los gossypium en el campo.

Bermejo el horizonte se rinde ante la luna
y el pastor rinde su cantar ante el ensueño.
Los hatos, encogiendo sus cabezas
en los apriscos tan silentes con la bruma
dormitan su existir con las estrellas.

Y en tanto las estrellas aguaitan su sosiego
la lira mustia entre las manos del rehalero
recrea acordes tan suaves como el viento
para acunar en sus tonadas al ganado.