Berta.

Amanecer

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El amanecer pinta cada día un nuevo lienzo, dos almas andaban por el sendero de la vida, sin saber que el destino ya había tejido su encuentro. Una madrugada, mientras el sol comenzaba a elevarse, Clara sintió en su interior un leve susurro. Era como si el amor comenzara a despertar. 

.Recordó el poema que su abuela solía recitar: \"El amor comienza cuando el amor siente...\", y una suave sonrisa asomó en su rostro.
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Aquella mañana, el aroma del rocío mezclado con la tierra fresca impregnaba el aire. Al abrir la ventana, Clara vio cómo los rayos del sol besaban suavemente la frente de las flores. Algo en su corazón se movió; la áspera vida cotidiana comenzaba a volverse tibia, como si un nuevo rayo de esperanza iluminara su camino.
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Mientras tanto, Julián caminaba por el mismo sendero, sumido en pensamientos de anhelos y sueños perdidos. Su alma, que había creído adormecida, comenzó a acelerarse, anhelando algo que aún no comprendía. 
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En el claro del bosque, un jilguero elevó su trino al cielo, y Julián se detuvo, sintiendo cómo la música de la naturaleza lo envolvía.
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Un millón de mariposas comenzaban a danzar en sus estómagos. Con cada paso, el silencio se ocultaba y renacían sonrisas. En ese momento, sus miradas se cruzaron por primera vez. 
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Clara, con un brillo en los ojos que desnudaba su alma, y Julián, cuyo corazón latía con una dulzura desconocida, supieron que aquel beso de luz y de aliento era el eco de un amor que renacía.
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\"¿Por qué el amor encuentra los sueños perdidos?\", se preguntó Julián, mientras se acercaba a ella. \"Quizás para recordarnos que la vida siempre ofrece una nueva oportunidad.\" Clara asintió, sintiendo en su pecho la fe renacida. 
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Ellos también lo sentían; una fresca brisa recorría el sendero, llevando consigo las viejas espinas del desamor.
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El amor no solo germinaba en ellos; estaba en cada pétalo de rosa que en su fragancia comenzó a desperezarse. Se miraron, y en un instante mágico, comprendieron que sus vidas, que estaban destinadas a ser un solitario deambular, ahora se entrelazaban con fuerza.
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Así, bajo el telón del nuevo día, comenzaron una danza en la que cada latido era un verso de amor que escribían juntos. Un nuevo sueño, el amor que cambiaba sus vidas, florecía entre ellos, como la primavera siempre trae consigo la promesa de un nuevo comienzo.
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El amor, que había estado dormido, ahora despertaba con un fulgor que llenaba el aire de promesas y esperanzas, demostrando que a veces, cuando menos lo esperamos, el alma encuentra lo perdido y transforma el silencio en canto. 
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Y así, de la mano, Clara y Julián comenzaron su propia historia, donde las espinas se desvanecían, dejando solo el suave perfume de las rosas.