Murió el amor en un suspiro,
y el frío de su ausencia lo llenó todo.
Ni la nicotina ni el éxtasis calman esta tormenta,
un vacío que se extiende en cada esquina.
La pasión que alguna vez encendió llamas,
ahora es solo humo, desvaneciéndose en la distancia.
Los recuerdos se convierten en espejos rotos,
reflejando lo que fue y ya no será.
Y en el silencio que queda,
muere también el eco de nuestras risas,
dejando cicatrices que el tiempo
jamás podrá borrar.