Ocurrió lentamente,
apenas una milésima de segundo,
atravesé el viejo túnel
y me encontré que la luz cegadora
no era el final sino umbral de mi huida,
sí, yo quería escapar,
volver al averno al que pertenecía,
no debí coger mi sangre derramada,
debí dejarla que el viento
se la llevará a lo alto de la sombra
de mi esperanza,
aquella que perdí de madrugada,
cuando la aurora voceaba rosa palo
por mi ventana,
ya no volveré a sentir la brisa de su mirada.