Ricardo Castillo.

Vir dolorum

Cada cierto tiempo hay sacrificios que tienen lugar  
para que no desaparezca la esperanza:  
los amigos perdidos,  
los enemigos presentes,  

la distancia,  
la soledad,  
el amor y,  
hasta la muerte (por mencionar algunos).  

¿Quién debe anticipar sus penas  
en las postrimerías de estas horas  
para que otro viva?  

¿Quién atravesará la inclinada colina  
donde dicen que renace la esperanza,  
observar desde lejos el lugar que no podremos pisar?  

¿Acaso estamos castigados  
por un secreto que ignoramos  
y cargamos como la cruz del Cristo  
en nuestra génesis?  

Qué calamidad la del hombre que todo siente.  
¡Qué talento echado a florecer!  

Oh, Moisés errante ante la tierra prometida.  
Oh, desterrados del mundo,  
de la memoria y de la sangre,  
hombres nacidos del castigo  
para continuar castigados:  

pasen y miren lo que sus manos no pueden tomar,  
lo que no puede ser poseído,  
aquello que la mente ha dicho erróneamente  
que nos pertenece  

pero que,  
llagada cierta edad,  
es resignación.  

¡Que pase Ulises frente a los peñascos  
de su añorada Ítaca!,  
donde le aguarda su viejo perro  
y su fiel esposa,  

pero que no se detenga  
y que siga su viaje  
para que no desaparezca la esperanza  
entre nosotros los mortales.  

¡Oh, castigo mezquino  
que premias con la infelicidad del mundo!  

¿Cuándo te irás a dormir  
a tu injusta divinidad?  

Managua, 26 de julio de 2024.